Educación inclusiva y recursos económicos
Por Juan Ignacio Gil.
Actualmente
existe una tendencia positiva respecto al desarrollo de la educación inclusiva,
situación que en términos simples significa que dentro de una misma aula de
clases convivan alumnos de diferentes características, incluyendo a aquellos
que poseen alguna discapacidad. Este desafío implica considerar las particularidades y
necesidades de cada alumno de forma individual y específica. Actualmente
existen metodologías que han logrado esto en buena medida. Los padres o tutores de quienes acceden a
estos sistemas, tales como Waldorf y Montessori, pagan elevados precios para
lograr financiar establecimientos con cursos de pocos alumnos y recursos
materiales necesarios para la implementación de las estrategias necesarias.
Los
recursos materiales se convierten así en un factor gravitante al momento de
implementar una educación inclusiva. En ella se pretende que el docente conozca
de forma individual a cada alumno, sin embargo, los cursos numerosos y las
pocas horas que pasan con ellos resultan contraproducentes.
Otro
requerimiento es el de las planificaciones y evaluaciones particularizadas por
curso e incluso personalizadas por alumno, además de la retroalimentación
permanente de dichas evaluaciones. Para ello resulta clave la mejora del
trabajo fuera del aula, lo que significa tiempo para ello, tal como el que se
plantea en la demanda 50x50 consistente en que el tiempo de trabajo en aula
debe replicarse en igual proporción en el que se realiza fuera de ella.
Respecto
al tiempo, resulta tanto o más relevante que la cantidad asignada, la calidad
de ella, la que puede ser determinada por las características del espacio que
los profesores tienen para ello. Hay en este punto varias preguntas ¿El
profesor tiene disponible un computador con acceso a internet con óptimas
condiciones? ¿Cuenta con espacio físico en el que sentarse frente a una mesa
despejada para poner allí su material? ¿Durante el tiempo fuera de aula es
interrumpido? Si las respuestas a estas interrogantes son negativas, entonces
la asignación de tiempo pasa a ser una suerte de lucro cesante que en poco o
nada beneficia a los alumnos.
Se
debe entonces dejar de romantizar los logros con escasez de recursos y, si
existe real voluntad de lograr una educación inclusiva, asignar los fondos
necesarios para ello.
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